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lunes, 15 de abril de 2013

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Viaje a Cataratas de Iguazú. Misiones y Tigre, Argentina (II)

  • Visita a la Misión de San Ignacio. Historia de la misiones. Modo de vida de los guaraníes. Ruinas de la Reducción Jesuítica de S. Ignacio Mini. Cultivo del mate.
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Misiones de San Ignacio (Argentina)


Misión de San Ignacio Miní
Siendo joven, estudiando sociología, me cautivó la historia de las reducciones guaraníes creadas por los jesuitas, una sociedad utópica y autosuficiente, intencionadamente aislada en la selva, lejos del contacto de las malas costumbres de las sociedades de los blancos, años después, la película La Misión, me lo rememoró, así que tenía verdadero anhelo por visitar los escenarios donde se ensayó el primer comunismo, que lejos de proclamarse ateo como el de Marx, tenía a la religión como su principal promotor y eje.
En el siglo XVI y XVII, la pujante orden de los jesuitas, extendieron su labor evangelizadora en muchas partes del mundo como China, la India y en especial, en las colonias españolas de América.  Fruto de esa labor fueron las 30 reducciones que crearon en el triángulo que limita Paraguay, Brasil y Argentina.

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Entrada y ciudad de San Ignacio en Misiones (Argentina)

Con una mentalidad muy distinta a las de otras ordenes de evangelizadores, los jesuitas fundaron misiones respetando su lengua y rasgos culturales. Con los indios formaron sociedades muy bien estructuradas donde brilló la cultura, el arte y la tecnología (consiguieron extraer hierro, fabricar utensilio o delicados instrumentos musicales), hasta tal punto, de ser autosuficentes y superar la calidad de vida de otras ciudades cercanas fundadas por colonizadores, lo que despertó la envidia de los políticos y la suspicacia de Carlos III, que terminó con la expulsión de los jesuitas y la ruina de este sueño sociológico.
Uno de los grandes éxito de los misioneros fue aceptar sus ritos nativos, a si por ejemplo, a la celebración de la boda por el ritual original de la tribu, le precedía el celebrado por la iglesia. Su idioma se  lo respetaron, los misioneros aprendieron el guaraní y tradujeron e imprimieron la Biblia en el idioma de los indios, no impusieron el español como lengua oficial, aunque si se enseñaba en la escuela. Esto hizo que recibieran las mas encarnizadas criticas de otras ordenes religiosas recelosas de la ortodoxia o del éxito de los jesuitas, que en un año habían multiplicaron por cuatro el número de indios que acudían a sus misiones, en busca de cobijo huyendo de los mamelucos portugueses y cazadores de esclavos.
Con el objetivo de proteger a los indios de las incursiones de los negreros, hicieron que las misiones estuvieran defendidas con muros, fosos y se instruyera a muchos nativos con técnicas militares para defenderse de los atacantes. El sentirse protegidos, hizo que muchos indios optasen por las misiones, renunciando a su libertad que les exponía a ser esclavizados, aún así, quien quería volver a la selva no se le ponía ninguna impedimento.

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Iglesia del pueblo y entrada a la Reducción de San Ignacio, Misiones (Argentina)

Los misioneros no solo se dedicaron únicamente a las tareas espirituales, sino que también organizaron la vida social de la misión, formaron constructores y artesanos que crearon singulares obras de arte que han perdurado como la portada de la iglesia, el edificio mas suntuoso de la misión de San Ignacio Miní. Esta está realizada en piedra local de asperón rojo, simplemente superpuestas las piedras, sin argamasa que una los bloques.
El plano de la misión era muy semejante en todas ellas, estaba constituido por una gran plaza central y en torno a ella se edificaba la iglesia, la Casa de los Padres jesuitas (dos sacerdotes y algún religioso), el  cementerio, el cabildo, los talleres, escuela, hospital y alineadas en avenidas las viviendas de los indios, de un tamaño muy reducido para desterrar la poligamia, cosa que lograron en la segunda generación. Generalmente se casaban cuando la mujer tenía 14 años y el varón 16. La mujer era la que elegía el marido y se lo hacía saber a los padres del pretendido o a veces el padre jesuita, era el que se lo trasmitía a la familia. A cada nueva familia se le entregaba una casa y un pequeño terreno para trabajarlo en su  propio beneficio.
Los jesuitas, respetaron las instituciones indígenas, manteniendo a los curanderos (pavé) y aprovechando sus conocimientos en hierbas medicinales, así como a los caciques de las tribus, que formaban junto a un padre jesuita y el corregidor, el órgano de gobierno de la misión. Cada año se renovaba de forma democrática el Cabildo. El corregidor era el enviado por el Consejo de Indias, con el fin de cobrar y controlar los impuestos estatales, cada misión era una verdadera ciudad con mas de 3.000 habitantes. El Cabildo, junto con el Padre Superior de la misión, imponían las sanciones, excepto la pena de muerte que no existía.

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Objetos e instrumentos musicales fabricados en la misión de San Ignacio (Argentina)

Las tierras de la misión se dividían de tres formas: Tierras de Dios, tierras del pueblo y tierras individuales. Las tierras de Dios, eran las mejores dedicadas a la agricultura y ganadería, los beneficios se destinaban a la construcción o mantenimiento de la iglesia (se compró suntuosas piezas de oro y plata), al hospital y a la escuela o talleres. Todos los adultos debían trabajar seis horas diarias, excepto domingos y festivos, por lo que les quedaba tiempo para la cultura y el arte, sobresalió el gusto por la música barroca, llegando a construir ellos mismos sus propios violines y violoncelos. En las festividades, después de la Santa Misa, a la que acudían toda la familia, se realizaban representaciones, cantos y danzas. Con los beneficios de las tierras comunales o del pueblo, se pagaban los tributos a la Real Hacienda y los excedentes se guardaban en graneros para el tiempo de escasez. Las tierras de uso individual, proporcionaban el sustento de cada familia, si no consumían todo lo producido, se repartían entre las viudas, huérfanos y necesitados o se vendían como excedente al exterior, dentro no  funcionaba la moneda, se utilizada el trueque. Los productos que se cultivaba era para la propia subsistencia como la batata, la mandioca, el maíz, legumbres, la yerba mate que utilizaban para beber o elaborar tinta que usada en la imprenta de la misión, la hierba dulce (sustitutivo de la azúcar), el algodón para sus vestidos, al mismo tiempo que tenían ganado de ovejas para la lana, cazaban o pescaban en los ríos próximos.
Los castigos severos a la holgazanería hicieron de las Misiones altamente productivas y competidoras de otras ciudades, lo que produjo las inevitables envidias y el bulo de que los jesuitas estaban atesorando grandes riqueza, sobretodo cuando compraban piezas de oro o plata para sus iglesias.

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Plano de la misión y casas de las familias

Pero un segundo hecho fue decisivo para la desaparición de las Misiones, España llegó a un acuerdo con Brasil (Tratado de Límites de Madrid de 1750) en que cedía la zona de Misiones a los brasileños, dejando desprotegidos a los indios frente a los mamelucos y cazadores de exclavos, los jesuitas se opusieron al tratado real, alegando que debían obediencia antes que al rey al Papa, la respuesta fue la invasión  y la expulsión de los jesuitas, con el pretexto que habían sublevado a los indios contra la Corona.
Las misiones que sobrevivieron, fueron dirigidas por franciscanos o regidores que cambiaron el modo organizativo, lo que hizo que los indios abandonasen las misiones hasta quedar en el olvido y comidas por las selvas, tan solo San Ignacio Mini, ha conservado relevantes ruinas como para ser declara Patrimonio de la Humanidad en 1984.
 Muchos de sus pobladores se establecieron en ciudades como Asunción, donde ejercieron el oficio aprendido, un ejemplo de esto, han sido dos hermanos Wilfredo y Nelson, carpinteros emigrados a España, que me estuvieron haciendo unos armarios roperos, ellos son y hablan guaraní, proceden de una familia de carpinteros cerca de Iguazú, oficio enseñado por los jesuitas y pasado de padres a hijos, ahora con la crisis en España han decidido retornar a su país, han comprado maquinaria de segunda mano y la enviarán  por barco desde Valencia a Paraguay donde piensan montar una fábrica de muebles de cocina.
Esta historia que que he narrado aquí, tomada en parte en nuestra visita guiada, se vive con verdadera emoción en un espectáculo de imagen y sonido que se realiza al aire libre en las ruinas todos los días por la noche, excepto los días de lluvia, hay mucha gente que al verlo no puede reprimir las lágrimas.

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Portada de la Iglesia y panel explicativo

Cuando llegamos a San Ignacio, hacía un sol extraordinario, pero no calor, nos dirigimos por la única calle pavimentada hasta la plaza ajardinada, frente a la iglesia. Ahí  nos sentamos en un banco, mientras observábamos a una niña de 14 años con un hijo precioso en sus brazos, no se acercó a pedir, pero según nos dijeron suelen quedarse ahí esperando que los turistas les den ropa, comida o dinero. Los guaraníes, no son pedigüeños, no acosan al turista. Le dimos algunas cositas que llevábamos en la mochila y nos dirigimos a una oficina de información turística cercana, donde proporcionan folletos de las Ruinas.
Siguiendo esa misma calle, a tres manzanas (cuadras), está la Reducción Jesuítica de  San Ignacio Mini. La entrada se compra en un edificio blanco con una portada barroca, como de una iglesia, era el truco utilizado por los jesuitas para acogerse a los derechos de ser intocables cuando traspasaban los indios el umbral de un recinto sagrado.  La entrada cuesta 60 pesos (9 €), los discapacitados no pagan. En este edificio hay un pequeño museo con piezas elaboradas por los indios que indican el alto nivel de maestría alcanzados.
Para no llevar el equipaje encima, nos permitieron dejarlo en una habitación contínua, una vez formado un grupo, salimos con el guía a visitar las ruinas.
En un amplio panel que representa la misión, el guía nos explicó un poco de historia de las misiones y nos acompañó por el recinto. Quien quiera realizar la visita por libre, en los edificios mas emblemáticos hay paneles en varios idiomas, donde se representan como eran los edificios originales y dan una pequeña explicación.

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Entrada de la escuela y campos trabajados comunalmente

La plaza y la Iglesia, te hace comprender la cantidad de gente que habitaron ese lugar, (hasta 4.600 en su apogeo) y la manera tan refinada de trabajar los artesanos.
Mientras paseas entre los muros que quedan de las viviendas, revives el espíritu que movieron a esos misioneros, que procuraron primero el bienestar del cuerpo antes de empezar a convertir sus almas, una utopía que se hizo realidad, pero que las envidias acabó tragándosela, como ese árbol que ha engullido una de las columnas del soportal de las viviendas.
Terminada la visita, ya con hambre, fisgoneamos un poco las tiendas de artesanía que rodean el Conjunto Monumental de las ruinas y partimos para comer en el Restaurante Lo de Lenguaza, que habíamos visto al venir para el pueblo. Este modesto restaurante esta justo cuando desde la carretera atraviesas un soportal, parecido a un puesto de cobro de una autopista, donde han reproducido una ruina en piedra roja.
Nos sirvieron una ensalada y comida italiana, el dueño muy dicharachero, además nos invitó a unos ñoquis únicos en el mundo, hechos con yerba mate, no eran ninguna cosa extraordinaria, pero si originales.
Luego para hacer tiempo, hasta la salida del bus-cama Crucero del Norte hacia Buenos Aires, me fui con mi hija a ver una plantación de yerba mate. La región de Misiones es la que surte la mayor parte de este producto a la nación. No conocía esta planta, es un arbusto de mediana altura que cultivan entre pinos para que le de sombra, su hojas de color verde oscuro, son las que trituran y sirve para las infusiones, que toman a todas horas los argentinos, es la bebida nacional.

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Muros de viviendas y plantación de yerba mate